La entrevista concedida ayer sábado por el ex presidente Alan García ha tenido un propósito político bastante definido: poner paños fríos al sorpresivo segundo lugar de Enrique Cornejo en Lima el domingo pasado. En otras palabras, más que para la opinión pública, García se ha dirigido al partido que él lidera porque, precisamente, las aguas están movidas y la temperatura caliente en algunos pasillos de Alfonso Ugarte.

El hecho de reiterar la explicación de una estrategia, creíble o no, sobre su escasa participación en la campaña municipal de Cornejo da la nota de un problema que atañe a su liderazgo. En otras palabras, es obvio que existe un cierto malestar interno que ha encontrado en Cornejo una válvula de escape y dentro del cual el ex ministro, dada su nueva posición electoral, juega a sacar provecho.

La clave del éxito de un político es tener cabal conocimiento de sus limitaciones, una adecuada medida de sus fuerzas y claridad en la lectura de las circunstancias que han permitido acumularlas. Si esto falla, lo más probable es que una interpretación inadecuada de los hechos produzca un fiasco político personal y partidario.

El segundo lugar de Enrique Cornejo en Lima con casi 18%, sin duda un triunfo para él y para el Apra, de los que jamás se esperó ese resultado, se debió a circunstancias especialísimas, tanto como las que llevaron a Susana Villarán a la Alcaldía en 2010. En esa oportunidad, la alcaldesa leyó equivocadamente las claves de su victoria atribuyéndoselas a su liderazgo personal más que a un cúmulo de situaciones extraordinarias. La verdad fue, sin embargo, que nunca fue capaz de liderar un proyecto político que terminó abandonándola para perder humillantemente la reelección el domingo pasado por debajo del candidato del Apra.

Cornejo supo aprovechar las oportunidades que se le presentaron en campaña y los gruesos errores de quienes, como él, aspiraban a terciar entre Castañeda y Villarán. Estuvo solo en el lugar y el momento indicado para galvanizar a todos aquellos que –sin ser apristas e incluso siendo antiapristas– no querían saber nada de Castañeda ni de Villarán. Lo logró. Pero creer que lo logrará otra vez en otro escenario electoral es creer en los cantos de sirena que conducen al naufragio.

El objetivo de las sirenas en política es desunir. Si algún ‘compañero’ quiere saber en qué termina esa historia, no tiene más que mirar al PPC o lo que queda de él. Avisen nomás.